El laureado cineasta visitó Carmona antes de morir para impartir un módulo del Curso de Cine organizado por el Colegio de América a través de Olavide en Carmona.
Humberto Solás es un personaje clave en la cinematografía latinoamericana, su obra general es la plasmación de un humanismo que se ocupa en la búsqueda de la identidad nacional y latinoamericana en función de los ideales de paz, armonía y justicia social. Sus películas han participado en Selecciones oficiales de los Festivales de Cannes, Venecia, Moscú, Toronto, Montreal, La Habana, Sundance y San Sebastián, entre muchos otros. Ha obtenido premios en numerosos Festivales Internacionales (San Sebastián, Huelva, Cartagena, Moscú, Karlovy Vary, Milán, Tokio, L.A. Latino Film Festival, Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Barcelona, Cádiz). Su película Un Hombre de éxito fue la primera película cubana candidata al Oscar a la Mejor Película Extranjera.El New York Times, Film Quaterly, El País, Le Monde, Cahier du Cinema, y varios medios internacionales han reflejado la importancia de su trabajo.
Cuando uno se encuentra ante él sabe que existe una trayectoria rica en experiencias, precisamente por eso la primera pregunta que a uno se le ocurre sería sobre los orígenes, el principio de esta vida dedicada al cine.
“Cuando empecé en la década de los 60 el mundo era muy diferente. Había en América Latina un cine comercial muy prolífico. A partir del momento en que aparecen la televisión y las telenovelas ese cine desaparece. Estalla la virulencia de los 60, la nueva ola francesa después del neorrealismo, los movimientos de descolonización, la crisis del neocolonialismo. La gente toma conciencia de que vive en un mundo neocolonialista. Triunfa la revolución en muchos puntos del mundo y comienza en muchas ocasiones a través de los estudiantes.
Este es el momento en que yo surjo. Con diecisiete años me presento con un corto en el Instituto de Cine de Cuba. Empiezo como oficinista, pero para la revista Cine Cubano. Durante estos dos años en la revista leí mucho y me formé teóricamente. Ya de niño había tenido la posibilidad de ver mucho cine impresionista y constructivista.
Después me integré en otros aspectos, hice mis primeras películas en 35mm, con actores y en unas condiciones que no existen hoy en día porque el país estaba en un buen momento económico. Cincuenta años después estos recursos han desaparecido y vivimos uno de los momentos más cruentos. A partir de los 90 desaparece esa producción de quince títulos al año y pasa a uno por año”
¿Cómo se afrontan las dificultades que te encuentras a la hora de realizar tu trabajo?
“Yo pertenezco al cine de los excluidos. Elaboro mis películas con muy pocas perspectivas de que sean distribuidas, incluso me extraña que mis obras se proyecten en las salas más restringidas. Esto tiene que ver con el tipo de cine que hago, los artistas con los que trabajo, y esto lo asumo.
Yo califico este cine como cine propio, es una idea muy personal y como consecuencia creo el Festival de Cine Pobre. La idea es utilizar tecnología digital y aprovecharnos de su abaratamiento con el fin de debutar en el cine o simplemente de poder continuar en la profesión y el propósito es proteger la cultura ya que de esta manera ya no hay concesiones a la industria.
Yo era totalmente anti festival y sin embargo he competido en muchos festivales y he llegado a la conclusión de que en el caso de algunos festivales de prestigio una carrera puede despuntar gracias a un premio o incluso una selección.
Podría mencionar el Festival de Cine de Huelva que desde España se ocupa de Latinoamérica, se podría decir que es un festival filantrópico.
El fin de los festivales interesantes es el de organizar a cineastas convergentes, hemos creado una red por afinidades porque de ahí surgen soluciones prácticas. Otro objetivo es el de la reflexión entre todos. Se colegian proyectos como el de superar los obstáculos de la producción. Por ejemplo Barroso piensa en como distribuir una película a través de Internet. La idea es liberarse de las grandes productoras.
Era un lujo hacer tantas películas en un país del tercer mundo. El cambio surge básicamente por razones económicas, Rusia aportaba material muy valioso.
Tuve la suerte de hacer películas de altísimo coste económico de producción teniendo en cuenta el país en el que hacía cine. Esta fase terminó, me costó diez años de ausencia de la profesión.
Ahora con la era digital empieza una revolución tecnológica que propicia una revolución cultural. Surgen festivales de cine alternativo, independiente, que demuestran lo que se puede realizar con un presupuesto mínimo. Un renacimiento que surge vigorosamente en Cataluña, quizás hacia un lenguaje transgresor.
Pero además del contexto político y social ¿Qué mueve a Humberto a hacer cine, que quiere expresar a través de su obra?
Hay una cosa que se llama vocación. Soy latinoamericano, hay una tradición realista. Provengo de un mundo que surge de la realidad, del contexto histórico. Nuestro arte está afincado en la tierra, aunque haya subjetivismo. Siempre basándonos en la historia, historia del realismo mágico (Carpentier) pero siempre con los pies en la tierra. He intentado hacer un cine testimonial, de la gente que me rodea y he tenido dificultades para realizarlo, he sido censurado y por esta razón decidí hacer un cine histórico, para no sentirme censurado o limitado.
Un ejemplo es mi película “Un hombre de éxito” vida, pasión y muerte de un arribista que sitúo en otra época pero que podría identificarse con la época actual.
He sido afortunado porque he podido hacer mi cine. En “Barrio Cuba” hago una mirada muy cáustica a la época en la que vivo y se sugieren una serie de cambios. Actualmente en Cuba se vive un proceso de cambios.
En tus últimas películas veo una mirada absolutamente distinta en cuanto al objeto, ¿esto se debe a que ha cambiado tu interés hacia lo más pequeño?
Vivo sincrónicamente con la vida de mi país. En un momento de apoteosis hice el cine que correspondía, ayudaba a reescribir la vida de mi país. ¿Qué tenía que hacer la gente de la cultura? Cuando triunfó la revolución había que recuperar la legitimidad de nuestra historia porque se había convertido en un país consumista. La Habana era una ciudad de vanguardia en el mejor y en el peor sentido de la palabra. Era una ciudad sofisticada pero que devoraba al resto del país.
Después hay una etapa fatal y hago una película que lo refleja. Sobrevino el quinquenio gris y no pude hacer cine. En esa época se cuestiona a las personas por su diversidad.
En los 70 hay dictaduras en América Latina, en los 80 vuelvo al cine con la lección de los 60 y 70 y entonces elegimos el camino de la alegoría, el cine de carácter metafórico. Hay que hablar de otras cosas y el marco económico es muy restringido.
Ahora mismo tengo un país con historias tan dramáticas como hermosas, cada época tiene una estética.
Cuando uno se encuentra ante él sabe que existe una trayectoria rica en experiencias, precisamente por eso la primera pregunta que a uno se le ocurre sería sobre los orígenes, el principio de esta vida dedicada al cine.
“Cuando empecé en la década de los 60 el mundo era muy diferente. Había en América Latina un cine comercial muy prolífico. A partir del momento en que aparecen la televisión y las telenovelas ese cine desaparece. Estalla la virulencia de los 60, la nueva ola francesa después del neorrealismo, los movimientos de descolonización, la crisis del neocolonialismo. La gente toma conciencia de que vive en un mundo neocolonialista. Triunfa la revolución en muchos puntos del mundo y comienza en muchas ocasiones a través de los estudiantes.
Este es el momento en que yo surjo. Con diecisiete años me presento con un corto en el Instituto de Cine de Cuba. Empiezo como oficinista, pero para la revista Cine Cubano. Durante estos dos años en la revista leí mucho y me formé teóricamente. Ya de niño había tenido la posibilidad de ver mucho cine impresionista y constructivista.
Después me integré en otros aspectos, hice mis primeras películas en 35mm, con actores y en unas condiciones que no existen hoy en día porque el país estaba en un buen momento económico. Cincuenta años después estos recursos han desaparecido y vivimos uno de los momentos más cruentos. A partir de los 90 desaparece esa producción de quince títulos al año y pasa a uno por año”
¿Cómo se afrontan las dificultades que te encuentras a la hora de realizar tu trabajo?
“Yo pertenezco al cine de los excluidos. Elaboro mis películas con muy pocas perspectivas de que sean distribuidas, incluso me extraña que mis obras se proyecten en las salas más restringidas. Esto tiene que ver con el tipo de cine que hago, los artistas con los que trabajo, y esto lo asumo.
Yo califico este cine como cine propio, es una idea muy personal y como consecuencia creo el Festival de Cine Pobre. La idea es utilizar tecnología digital y aprovecharnos de su abaratamiento con el fin de debutar en el cine o simplemente de poder continuar en la profesión y el propósito es proteger la cultura ya que de esta manera ya no hay concesiones a la industria.
Yo era totalmente anti festival y sin embargo he competido en muchos festivales y he llegado a la conclusión de que en el caso de algunos festivales de prestigio una carrera puede despuntar gracias a un premio o incluso una selección.
Podría mencionar el Festival de Cine de Huelva que desde España se ocupa de Latinoamérica, se podría decir que es un festival filantrópico.
El fin de los festivales interesantes es el de organizar a cineastas convergentes, hemos creado una red por afinidades porque de ahí surgen soluciones prácticas. Otro objetivo es el de la reflexión entre todos. Se colegian proyectos como el de superar los obstáculos de la producción. Por ejemplo Barroso piensa en como distribuir una película a través de Internet. La idea es liberarse de las grandes productoras.
Era un lujo hacer tantas películas en un país del tercer mundo. El cambio surge básicamente por razones económicas, Rusia aportaba material muy valioso.
Tuve la suerte de hacer películas de altísimo coste económico de producción teniendo en cuenta el país en el que hacía cine. Esta fase terminó, me costó diez años de ausencia de la profesión.
Ahora con la era digital empieza una revolución tecnológica que propicia una revolución cultural. Surgen festivales de cine alternativo, independiente, que demuestran lo que se puede realizar con un presupuesto mínimo. Un renacimiento que surge vigorosamente en Cataluña, quizás hacia un lenguaje transgresor.
Pero además del contexto político y social ¿Qué mueve a Humberto a hacer cine, que quiere expresar a través de su obra?
Hay una cosa que se llama vocación. Soy latinoamericano, hay una tradición realista. Provengo de un mundo que surge de la realidad, del contexto histórico. Nuestro arte está afincado en la tierra, aunque haya subjetivismo. Siempre basándonos en la historia, historia del realismo mágico (Carpentier) pero siempre con los pies en la tierra. He intentado hacer un cine testimonial, de la gente que me rodea y he tenido dificultades para realizarlo, he sido censurado y por esta razón decidí hacer un cine histórico, para no sentirme censurado o limitado.
Un ejemplo es mi película “Un hombre de éxito” vida, pasión y muerte de un arribista que sitúo en otra época pero que podría identificarse con la época actual.
He sido afortunado porque he podido hacer mi cine. En “Barrio Cuba” hago una mirada muy cáustica a la época en la que vivo y se sugieren una serie de cambios. Actualmente en Cuba se vive un proceso de cambios.
En tus últimas películas veo una mirada absolutamente distinta en cuanto al objeto, ¿esto se debe a que ha cambiado tu interés hacia lo más pequeño?
Vivo sincrónicamente con la vida de mi país. En un momento de apoteosis hice el cine que correspondía, ayudaba a reescribir la vida de mi país. ¿Qué tenía que hacer la gente de la cultura? Cuando triunfó la revolución había que recuperar la legitimidad de nuestra historia porque se había convertido en un país consumista. La Habana era una ciudad de vanguardia en el mejor y en el peor sentido de la palabra. Era una ciudad sofisticada pero que devoraba al resto del país.
Después hay una etapa fatal y hago una película que lo refleja. Sobrevino el quinquenio gris y no pude hacer cine. En esa época se cuestiona a las personas por su diversidad.
En los 70 hay dictaduras en América Latina, en los 80 vuelvo al cine con la lección de los 60 y 70 y entonces elegimos el camino de la alegoría, el cine de carácter metafórico. Hay que hablar de otras cosas y el marco económico es muy restringido.
Ahora mismo tengo un país con historias tan dramáticas como hermosas, cada época tiene una estética.
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