martes, 7 de abril de 2015

El proyector de Alfredo: I Vitelloni (Fellini 1953)

Por Tom Hagen.

“Los Inútiles”, como se llamó en España, es la tercera película de Federico Fellini y la primera en recibir reconocimiento crítico: el León de Plata al mejor director en la Mostra de Venecia de 1953 y una nominación al Oscar al mejor guión original. Aquí se reúnen nombres imprescindibles del cine italiano (posiblemente la cinematografía más impresionante que existe) como el guionista Ennio Flaiano, el compositor Nino Rota y los actores Franco Fabrizi, Alberto Sordi, Leopoldo Trieste y Franco Interlenghi (el inolvidable Pasquale en El Limpiabotas de Vittorio de Sica). Qué se puede decir. Viva Italia.

¿Pero qué son los “vitelloni”? Es un concepto parecido al ni-ni del siglo xxi. Se refiere a jóvenes de provincias que se dedican a matar el tiempo mientras les mantiene su familia, sin perspectivas de futuro ni intención de buscar trabajo.

Esta historia se centra en un grupo de cinco amigos: Alberto, Leopoldo, Moraldo, Ricardo y Fausto. Leopoldo (Leopoldo Trieste) es escritor y dedica sus noches a trabajar en una obra de teatro en la que tiene puestas todas sus ambiciones artísticas. Leopoldo vive con sus tías, que le cuidan y le atienden, aunque él no se relaciona mucho con ellas al estar imbuido en su propio mundo intelectual. Ricardo (Riccardo Fellini, hermano del director) es cantante de ópera aficionado, es el payaso del grupo y nada merece demasiado atención de su parte, sólo satisfacer su constante apetito. Vive con sus padres y cada noche observa un poco preocupado antes de acostarse cómo su barriga va creciendo. Fausto (Franco Fabrizi) es el líder del grupo, el macho alfa. Es caprichoso, inconsciente, irresponsable y huye (literalmente) de los problemas y las responsabilidades. Su mayor debilidad son las mujeres y no puede (o quiere) evitar perseguir a todo especimen femenino que le pasa por delante. Fausto vive con su padre viudo y una hermana pequeña. Alberto (Alberto Sordi) admira profundamente al bello Fausto, es su guía y modelo a seguir, vive la vida a través de él y no parece tener interés por nada más. Alberto vive con su madre anciana y su hermana mayor. Moraldo (Franco Interlenghi) es el más joven, se deja llevar por el resto del grupo pero hay algo dentro de él que le inquieta y le dice que la vida que llevan no es la adecuada, aunque de momento no hace nada para cambiarla. Vive con sus padres y hermana, en una casa grande y con todas las comodidades que su padre ha podido darles a fuerza de trabajo.

Esto es lo que piensa Ricardo de los trabajadores.

El escenario por donde se mueven estos personajes es una ciudad costera que sólo cobra vida los tres meses de verano. El resto del año, cuando los veraneantes se marchan, queda la monotonía y la desolación para los habitantes permanentes, que se buscan la vida como pueden. El inicio de la película marca el fin del verano y el comienzo del mal tiempo. Se está celebrando Miss Sirena 1953 y una voz en off nos presenta a los cinco amigos. Sandra, la hermana de Moraldo, gana el certamen, pero está incómoda y no se siente bien. De pronto, sopla el viento, empieza a llover con fuerza y toma forma una de esas escenas que tanto controla Fellini, donde participa mucha gente y reina un aparente caos (otro ejemplo es la fiesta de Carnaval). Sandra se desmaya. Está embarazada del mujeriego Fausto. Estamos en 1953 y esto lo cambia todo. Fausto se casa con Sandra, una chica buena e inocente que le quiere de verdad, ¿pero será capaz de asumir la responsabilidad de una familia y dar el salto a la etapa adulta?¿Cómo afectará esta nueva circunstancia a los demás miembros del grupo?

Los chicos juegan al billar, se sientan en las terrazas de los bares, pasean por las playas desiertas, van a ver pescar a Giudizio (un joven discapacitado que sale adelante con pequeños trabajos) y fantasean con viajar, con estar con bellas mujeres, sin pensar en el futuro ni hacer verdaderos planes de vida. Son gente atrapada, demasiado acostumbrada a no evolucionar, a no actuar para cambiar las cosas. Viven la comodidad de la insatisfacción por lo conocido, siguen la inercia de la rutina.¿Hacia dónde ir sin un objetivo, una ambición o una motivación? ¿Qué camino seguir en un entorno sin aparentes posibilidades?

Pagan sus ociosas actividades con dinero prestado por familiares y amigos. No saben lo que es trabajar para mantenerse y viven fuera de la vida real y sus problemas. Ríen y bromean mientras esperan que llegue una vida adulta que no se dan cuenta que ya ha comenzado porque están inmersos en la burbuja de la adolescencia alargada. El tiempo pasa y lo único que cambia en ellos es la manera de llevar el pelo, el bigote o la barba. Pasan las horas a contratiempo del horario de la gente obrera, escriben de noche como Leopoldo, o recorren las calles de madrugada como Moraldo, mientras la gente que tiene que madrugar duerme desde hace horas. En un paseo nocturno, Moraldo tiene un encuentro con Guido, un niño que se levanta a las 3 de la madrugada para trabajar en la estación de tren. Guido le impresiona profundamente, ya que en el mundo de Moraldo los niños no madrugan para ir a trabajar ni tienen responsabilidades de adultos y ve que Guido vive su situación con una normalidad pasmosa y una madurez impropia de su edad. Algo hace click en la mente de Moraldo, a quien Fellini conecta constantemente con la via del tren, con la idea de emprender un camino con destino deconocido, con atreverse a dar el primer paso y a ver dónde te lleva.

Los cinco solamente se ven integrados con el resto de la gente en dias festivos, cuando todos ríen, descansan y celebran. La fiesta de Carnaval nos muestra su visión del amor, que es lúdica, inmediata y sensual, sin pensar en relaciones estables ni futura familia. Es la visión de cinco adolescentes eternos que no parecen darse cuenta de la anomalía que representan para los demás. En esta fiesta que se celebra en un teatro, Alberto, tras una noche de borrachera y exceso, sufre una crisis de ansiedad y expresa a Moraldo su descontento en general y su desprecio por sus amigos . El problema es que Fausto se ha casado, por lo que Alberto ha perdido a su guía y modelo y se plantea que a lo mejor debe seguir el camino marcado por las normas de la sociedad: trabajo, casa, mujer e hijos. Alberto está confuso y siente el vértigo de la idea de entrar en la vida adulta de una vez por todas. Pero su mente vuelve a fugarse ante el conflicto y prefiere darle la espalda fantaseando con viajes exóticos. Es el callejón sin salida que probablemente le mantendrá atrapado en su pueblo para siempre. No atreverse puede matarte lentamente.

Fausto sigue comportándose como un pavo real en celo, pierde el trabajo por intentar seducir a la mujer del jefe, que le ofreció el empleo como favor personal a su suegro. Sigue engañándose a si mismo creyendo que puede seguir comportándose así sin afectar su matrimonio con Sandra, en un ejercicio de egoismo ingenuo sin parangón. Sólo se planteará la seriedad de su rol como padre de familia cuando Sandra le da una lección desapareciendo con su hijo durante unas horas y dándole un buen escarmiento a este niño de 30 años que nunca ha tenido que cuidar de nadie. Leopoldo ve posibilidades de salir del pueblo cuando consigue leer su obra de teatro a Sergio, un viejo actor venido a menos al que ahora sólo contratan los teatros de tercera fila. Leopoldo le explica que se siente incomprendido en una pequeña ciudad de provincias cerrada y materalista que no respeta el mundo intelectual. Se siente encerrado y es muy consciente del paso del tiempo. Sergio se muestra entusiasmado con la obra de Leopoldo, pero éste no percibe los verdaderos intereses del viejo actor (una relación sexual rapida en la playa, precursora del “cruising”) y vemos esfumarse en el aire la posibilidad de escapar del pueblo y dedicarse a su vocación de escritor y poeta. Los muchachos reciben sacudidas que bien entendidas podrían verse como oportunidades para cambiar el rumbo y la mentalidad. Fausto parece haber asumido su responsabilidad como padre y esposo tras el susto de la desaparición y Alberto se queda a cargo de su madre tras la fuga de su hermana con su amante. Los futuros de Leopoldo y Ricardo también son una incógnita, pero todo indica que les será muy complicado soltar el lastre y construirse una vida propia. Al único al que vemos actúar es a Moraldo, que hace la maleta y se sube al primer tren que pasa. El alivio que se siente al ver a Moraldo marcharse es comparable a la melancolía que te invade al ser testigo de una de las despedidas más hermosas del cine. Después el tren se aleja y Moraldo comienza su camino.

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